M salió a la calle y fue recogida de nuevo por Freeman. El coche los llevó a ambos a la sede central de la empresa farmacéutica, y ella pudo contemplar el edificio: una moderna e imponente edificación de cristal, sin duda la construcción más alta de toda la ciudad.
-¿Se supone que debo entrar ahí? quiso saber la chica.
Justo al terminar de hablar, varias explosiones lejanas hicieron temblar el asfalto. Las luces de todos los semáforos y fachadas se apagaron, y los peatones se quedaron quietos mirando a su alrededor, cogidos por sorpresa.
-¿Qué ha sido eso? dijo M-. ¡Ni
M ascendió unas escaleras de piedra seguida por el extraño Freeman, hasta que ambos llegaron a una especie de garaje abandonado. Una vez allí, el calvo abrió la barrera pulsando un botón oculto en el muro, y el aire frío de la calle recibió a la joven. Todo lo que vio fue una activa ciudad en las primeras horas del día, llena de gente ajetreada, coches, amas de casa yendo a hacer la compra Una asquerosa urbe que M detestaba hasta los cimientos. Un lugar tan insoportablemente idílico e irreal como la misma Raccoon antes de su destrucción.
-No tienes demasiado tiempo le informó
-¿Qué clase de equipo voy a llevar? quiso saber M-. ¿Y qué armas?
Nicholai, que así se había nombrado a sí mismo el secuestrador, rió brevemente.
-Si estás pensando en matarme y buscar la llave que abre tu collar, olvídalo. Está sincronizado electrónicamente a mis constantes vitales, y estallaría un segundo después de dejar de percibir los latidos de mi corazón.
La joven tragó saliva, percibiendo la sutil presión de la banda plástica negra que rodeaba su cuello como una amenaza constante.
-Lo decía por si tengo que defenderme replic&